Página 9. Dibujos de guerra

¿Qué será del hombre misterioso que naufraga en su propia sombra? ¿Se salva? ¿Se pierde? ¿Vuelve su cuerpo metal?

Es el asesino de mañana. Él sabe que yo lo sé, yo sé que adivina y así nos miramos, como dos fieras acorraladas. Me acecha, lo acecho y los soles de cada una de las galaxias existentes empiezan a pender sobre nosotros sostenidos apenas por delgadísimos hilos de nylon. Y el calor no perdona; ambos sabemos eso. No nos preocupa. Nos sabemos débiles, vulnerables y eso es lo que nos mantiene vivos.

Pintamos nuestras pieles con la sangre del venado recién muerto, las ecuaciones de vida disfrazadas en rojos dibujos de guerra.

Somos condescendientes con nuestros enemigos e implacables con nuestros contados aliados.

Tanto él como yo somos sobrevivientes y sabemos arrastrarnos por comida.

Nuestro olfato hiperdesarrollado reconoce el hedor acre de la muerte aunque más no se trate de una brizna de pasto cortada dibujando caprichos en el viento huracanado. Porque ella está en todos lados y es el dulce perfume de nuestra compañera. Sabemos eso también.

Mataremos o moriremos, lo que suceda antes. O todo al mismo tiempo.

Comentarios

Anónimo dijo…
ah, cómo empezar...
tiene eso que vos decís de mí,eso de las mots qui vont trés bien ensemble, que en realidad vos hacés tanto mejor que yo. y sin embargo, estas palabras que leo son tan distintas a vos. y quizás porque son viejas, y si te hubiera conocido en ese momento te podría haber dicho que son muy vos, pero ahora... no suenan a vos.

suenan a un vos del pasado?
Anónimo dijo…
Claro, a mí me gusta la forma en que están puestas las palabras en este coso y tal vez sea, precisamente, porque parece ajeno. Nunca sonó a mí.
De todos modos, el Juan que escribió eso no era tan diferente del que está contestándote ahora. Tenía 20 años, nada más.

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