"Le escribo desde la cama. He pensado en usted, querida amiga, ha pasado un día semejante al mío, acompañada y aislada, la mirada echada para adentro. Este tan poco es un mucho que ha ocupado el espacio de todo un día. No deseo nada, ni escribir siquiera. Estoy bien.
"He ido al diario pensando en usted. He escrito un artículo pensando en usted. He tocado el piano pensando en usted. He charlado con otros pensando en usted. He oído música pensando en usted. He visto oscurecerse el día pensando en usted. He ido al mercado con usted. La he hecho dormir acariciando su cabello. La he oído hablar. Le he dado palmaditas en la espalda. Le he traído una caja de libros... He ido en tren con usted. He estado en una cocina, ayudándola a usted. Nos hemos mirado y nos hemos dicho: 'Oh, aquellos eran tiempos horribles. No sabemos cómo hemos podido soportarlos'.
"¿Se da cuenta de que he vivido hoy con usted? Pensé en otras cosas además. Las he olvidado. Pensé en su sinceridad. Desarrollé un diálogo magistral y vago sobre la sinceridad. Se me olvidó. Hablé en inglés con usted. Hablé en francés con usted; usted me enseñaba. Usted me apoyaba la cabeza sobre su pecho y me leía unas cartas. Toqué el piano en su casa. Me vi envejecer en su compañía. Escribí en la misma cama en que usted dormía. La miré sonriendo mientras dormía. ¿Se da cuenta cómo he vivido con usted hoy?"
Cuando Arlt estaba escribiendo África conoce en una sesión de "teatro polémico" del Teatro del Pueblo a una mujer que lo hechiza. Se llama Ivonne y está casada. A partir de allí se ven, se escriben y, a la muerte de Roberto, en abril de 1942, ella se allega a Leónidas Barletta y le entrega algunas cartas. Esto es algo de lo que escribió ese Arlt tan cercano a la felicidad y, sin sospecharlo, a la muerte. Esto es algo que yo nunca escribiré. Una vez más, Roberto me ganó de mano.