En el 5 con Gene Chandler
Anoche tomé el 5 rumbo al centro. Sentado en un asiento individual, iba mirando por la ventanilla la calle oscura mientras escuchaba a Gene Chandler. Cuando empezó «Duke of Earl» viví un momento mágico, una de esas extrañas ocasiones en las que la música que llega a través de los auriculares, muchas veces desde los confines más remotos del tiempo y el espacio, forma un todo con el entorno, con lo que se ve, con lo que se siente, como un soundtrack perfecto. Así, mientras el 5 surcaba la noche de Buenos Aires por la calle Bartolomé Mitre, yo fui el duque de Earl (o Gene Chandler acompañado de los Dukays, que para el caso es lo mismo). Y fue tan lindo que repetí la canción varias veces, siempre con el mismo efecto. (Incluso, a partir de la tercera o cuarta reproducción empecé a cantar por dentro y a mover las cejas, arrugar la frente y gesticular con mucho sentimiento.) Eso sí, llegado un momento tuve que dejar que comenzara la siguiente canción. El duque de Earl se había ido. Dos minu