11.11.08

See What a Fool I've Been

"Voy a agregar dos anotaciones más: una, sobre cómo la literatura ha usado el psicoanálisis, y otra sobre el modo en que el psicoanálisis ha usado a la literatura. Para la primera cuestión, podemos desde luego olvidar experiencias un poco superficiales como la del surrealismo o la de la beat generation, que confundían escribir sin pensar con oír la voz secreta de la sirena de Kafka (que es muda); confundían, o intentaban confundir, la espera de la gracia y la paciencia del poeta, con un procedimiento mecánico de escritura automática: la musa es una dama suficientemente frágil como para esperar un tratamiento más delicado que ese escribir dejándose llevar por una suerte de vitalismo atropellado; es un poco ingenuo por supuesto suponer que ésa es la manera de conectarse con el inconsciente en el trabajo."

Ricardo Piglia, "Los sujetos trágicos (Literatura y psicoanálisis)", en Formas breves, Barcelona, Anagrama, 2000

6.9.08

Desengaño


El lunes de gracia, el huevo salió de su casa rumbo a la peluquería. Tenía franco y quería aprovechar para solucionar sus problemas capilares.
El huevo caminó avenidas y calles, bulevares y paseos, cuadras y cuadras desoladas bajo un sol inclemente y no logró dar con su coiffeur. Recordó entonces que jamás había tenido uno. Ni lo necesitaba, tampoco. Era calvo. Calvo como un huevo.

2.9.08

Le peintre, la pomme et Picasso

Yves Montand dejó el jazzecito, doblado en cuatro, arriba del piano, y se puso a recitar a Prévert. Ni música, le mandó.
Yo dejé los apuntes sobre la mesa y, de puro aburrido, me mandé a Blogger.
No es un regreso lo que tengo en mente. De hecho, no tengo nada en mente. Además, el Opera tardó tanto en abrirme esta página que el disco de Montand se terminó y empezó el de Vinicius, Toquinho y María Creuza en La Fusa; ahora mismo cantan todos y no puedo evitar dispersarme. Entonces, perdido por perdido (yo), decido que esto no será más que un acto de exhibicionismo, apenas una manera de abrirme en dos y mostrar a quien quiera ver que no muestro nada. Escribo para nadie.
Y para nada, por suerte.

1.7.08

volátil (bebop)

reboto por las paredes. soy un gato cool en medio de ráfagas de bebop. coltrane dispara y yo salto, corro, vuelo y, a veces, cuando hago las tres cosas a la vez, me desmaterializo. soy volátil y explosivo, soy inerte y anodino. martillo el techo con la cabeza y, al caer, me hundo en la alfombra, que cede bajo mi peso e intenta tragarme como un remolino.
soy todos a la vez y todos somos yo, una hermandad perfectamente individualista. soy el sumo pontífice de mi miseria.
coltrane agita la mano (la que tiene libre, en la otra tiene un cigarrillo; el saxo lo lleva colgado) y se va yendo, seguido por philly joe, lee morgan, kenny drew y curtis fuller; chambers, en cambio, se demora. siempre dije que el contrabajo era un instrumento incomodísimo. (y eso que soy baterista.)
me saludan y se van. y me quedo solo conmigo. precisamente lo que estaba tratando de evitar.

26.6.08

Juan y el escribidor

Estuve escribiendo canciones. O no, no del todo: sólo hice las letras. Hace ya un tiempo que mi labor como songwriter integral choca con mis numerosísimas limitaciones como instrumentista, por lo que le di lo escrito a mi amigo el Zombienauta para ver si él, con su gran talento, podía lograr lo que yo no.
Y, claro, lo hizo.
Anoche me cantó por teléfono las dos canciones.
Escuchar mis palabras en su voz y envueltas en una melodía que yo jamás hubiera podido desarrollar me hizo verlas de otra manera. Las reconocí, recordé a la mayoría de ellas y pude ver los hilos invisibles de mis construcciones, pero no las sentí mías. Son ajenas. Deben ser de él.
No sé. Lo que tengo claro es que la música las revalorizó. Ahí van:


1. Predicador en el desierto

El confesor me miró
y me dijo así:
"Enciende ya tu motor
y vámonos de aquí".

"Espejismo debes ser,
o estatua de sal.
En este desierto no hay
nada que salvar."

Me apuntó
con un revólver.
Sus ojos
tenían fuego.
"Arderás
en el infierno.
Vámonos,
yo te lo ordeno."

Profundo temor de Dios
me empujó a obedecer.
El viejo predicador
se hacía entender.


2. La tanda

Extraño porvenir
Extraños por venir
Días sin cielo ni sol
y el suelo, apenas un fulgor
en el que hundo mis pies

Yo no quise llamar
Yo no quise venir
sólo pensé en saludar
El pájaro no me esperó,
al alpiste se fue

Y ahora espero acá
No cambio de canal
La tanda va a terminar
de un momento a otro

Golpean el portón
Son ellos, ya lo sé,
les reconozco el olor
Caliento un jarro de café,
la tanda terminó

"Hola, ¿cómo les va?
Tal vez quieran pasar,
miraba televisión
Díganme que puedo ofrecer
para complacerlos."

"No vuelvas a esperar
No vuelvas a volver
Ni se te ocurra escuchar
estos versos rotos."

Dí la espalda y salí
Corrí por el jardín
Un perro lejos aulló
El pasto me mojó los pies
La tanda terminó.

11.6.08

Impromptu

En este momento tan especial, el Jardín vuelve a parecerse a lo que fue en sus comienzos: un lugar inhóspito y descuidado; interesante (digo yo), pero abandonado. Le falta ímpetu y nada indica que vaya a levantarse, a desperezarse, a sacudirse. Nada.
Una vez más, escribo nada para nadie. El lector se desvaneció.
Sin embargo, ella me pincha; habla de mí ante los demás y después me dice que "la intención fue (...) hacerte escribir. Fue una mezcla de provocación y reconocimiento a ese blog tan bonito que tenés. Así que ponete media pila y escribí". Y, aunque sabe que no puedo, que no me sale nada, que perdí la fe, me empuja. Me desafía. Los dos sabemos que los desafíos me importan muy poco, pero yo recuerdo esa nochecita en que hablábamos de Castillo y de Girondo y después, impunemente, de nosotros, y no puedo hacer otra cosa que escribir.
Una vez me envió un mail en el que me aseguraba, entre muchas otras cosas que tampoco creo, que yo podría ser el Cortázar de mi generación. Dios santo.
¿Qué puedo hacer? Primero, agradecerle, por eso y por todo. Después escribir. Siempre escribir.

3.6.08

El mono

No puedo escribir.
No sé qué me pasa, pero no puedo hacerlo; las palabras se me retoban, se rebelan, se retuercen, se rebajan, se retiran. Y me quedo sin nada, apenas las ganas de escribir y el dolor de ya no ser (o una sombra ya pronto seré).
Pero leo el genial La bestia debe morir, de Nicholas Blake (en la colección de El Séptimo Círculo, con una traducción deliciosa de J. R. Wilcock), y me encuentro con lo siguiente:
Nigel arrojó un cigarrillo por la ventana.
–Fue por esto. Si Félix no mató a Rattery, nos vemos frente a una inverosímil coincidencia: en el mismo día en que él planeaba matarlo, y fracasó, alguien más lo planeó, y tuvo éxito.
–Una coincidencia inverosímil, como usted reconoce –dijo escépticamente Blount.
–No. Espere un poco. No estoy dispuesto aún a considerar imposible tal coincidencia. Si un número suficiente de monos jugaran con máquinas de escribir durante un número suficiente de siglos, acabarían por componer todos los sonetos de Shakespeare: es una coincidencia también, pero científicamente inevitable.
Entonces pienso que podré, que se podrá; que algún día el mono que soy conseguirá lo que se propone. Y quiero gritárselo a todos mientras me golpeo el pecho.

28.4.08

Sobre lo que mi máquina de escribir dice

Siempre, tras publicar un texto, lo releo por enésima vez. Suele suceder que, en el contexto del Jardín, las palabras se me hacen diferentes y tienen otro cuerpo, otro espesor; cambian la cara y la voz.
Esta entrada no se justifica demasiado, creo, pero no puedo evitar la tentación de decir algo sobre el post anterior. Las ganas me arrastran y yo –qué más da– me dejo llevar. Grito, entonces: ¡alabada seas, perro! ¡Me encanta cómo mandás al carajo el ritmo colándote ahí, al borde del punto final!

Mi máquina de escribir dice

Una estatua tonta, fría y fatua, de hinduismo y Mahabharata; un marajá sin clientes, viejo, sucio y maloliente, de barba como resaca, como excremento de rata; una dama muy altiva; un retrato de una tía que no sé cómo se llama; una llama justiciera devorándolo todo, tragándolo todo, engullendo desesperada, con temor de ya no ser, de perder su poder, de que sea otra la mujer, el mercader, el bereber, el viajante del neceser, el perro. 

21.1.08

Soundtracks

Volvía de darle comida a Kite, cambiarle el agua y estar un rato con él. Caminaba por José María Moreno con mis zapatillas celestes, todos los bolsillos de mi pantallón llenos de cosas que tintineaban y Esteban R. Esteban en mis auriculares. Algo se gestaba en mi interior, mis deseos se inflamaban, grandes cosas esperaban mi regreso a casa. Entonces terminó Esteban, empezó La Casa Azul y todas mis certezas tomaron cuerpo. Al llegar, crearía. Como nunca, como siempre. Estaba en contacto conmigo mismo, con mi mejor yo.
En casa estaba An. Ella puso a Paulinho de Viola y perdí todo lo demás. Y fui feliz.

9.1.08

Todos fuimos pop

Estuve escuchando a los Perdedores Pop. Me dejaron escamado, escarchado; tengo púas y ansiedad; quiero cosas que no quiero y que, por si fuera poco, ni siquiera sé cuáles son.
Tengo nostalgia de los '90, extraño mis 18 años, mis talentos, mis proyectos, los amigos que andaban por ahí (gente especial y creativa, gente común, gente tonta y brillante, gente como yo), las chicas lindas que me confiaban sus adolescencias y sus hebillitas en el pelo y dejaban que las cuidase cualquier noche (siempre fui el mejor amigo de todas), borrachas y con sueño, a la salida de cualquier lugar, a la vuelta de cualquier otro, mientras yo esperaba que se hicieran las 5 y volviese a haber trenes para emprender el largo regreso a Ituzaingó y dormir. Extraño a mi banda pop (porque todos fuimos pop), mis remeras a rayas y todas esas músicas nuevas, tanto britpop y Ruth Infarinato pasando videos de Blur a las 3 de la mañana y yo escuchando así "Charmless Man" por primera vez, en la pantalla en blanco y negro del baqueteado televisorcito de 14" que tenía en mi habitación, en ese entrepiso en el que nada cabía, más que un colchón y muchísimas pilas de historietas y revistas de música.
Deseo muchas cosas. Quisiera volver a ser nadie y creer que puedo escribir una canción como "Planes" así, sin más. Necesito volver atrás y encaminar algunas cuestiones. Los odio, Perdedores Pop. Pero gracias. Por todo, siempre.