La tarde
La tarde como una cosa lenta o, mejor dicho, macilenta (cantar del desangelado); la tarde como un monstruoso pez abisal, ciego y con la boca llena de putrefacción; la tarde como etapa terminal de la enfermedad del día, llagada de sol, costrosa, purulenta. Todo eso se desploma sobre mí, se desparrama y me cierra los ojos, me abre la boca, me seca la lengua, me parte los dientes en minúsculos pedacitos óseos, brillantes, que trago sin darme cuenta y se meten en mi cuerpo, atraviesan el esófago, el estómago y se dirigen hacia el intestino, de donde tarde o temprano serán expulsados para terminar su recorrido en una letrina sucia de la estación de ferrocarril. Entonces esta tarde sin agallas no habrá dejado nada en mí.