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See What a Fool I've Been

"Voy a agregar dos anotaciones más: una, sobre cómo la literatura ha usado el psicoanálisis, y otra sobre el modo en que el psicoanálisis ha usado a la literatura. Para la primera cuestión, podemos desde luego olvidar experiencias un poco superficiales como la del surrealismo o la de la beat generation , que confundían escribir sin pensar con oír la voz secreta de la sirena de Kafka (que es muda); confundían, o intentaban confundir, la espera de la gracia y la paciencia del poeta, con un procedimiento mecánico de escritura automática: la musa es una dama suficientemente frágil como para esperar un tratamiento más delicado que ese escribir dejándose llevar por una suerte de vitalismo atropellado; es un poco ingenuo por supuesto suponer que ésa es la manera de conectarse con el inconsciente en el trabajo." Ricardo Piglia, "Los sujetos trágicos (Literatura y psicoanálisis)", en Formas breves , Barcelona, Anagrama, 2000

Desengaño

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El lunes de gracia, el huevo salió de su casa rumbo a la peluquería. Tenía franco y quería aprovechar para solucionar sus problemas capilares. El huevo caminó avenidas y calles, bulevares y paseos, cuadras y cuadras desoladas bajo un sol inclemente y no logró dar con su coiffeur . Recordó entonces que jamás había tenido uno. Ni lo necesitaba, tampoco. Era calvo. Calvo como un huevo.

Le peintre, la pomme et Picasso

Yves Montand dejó el jazzecito, doblado en cuatro, arriba del piano, y se puso a recitar a Prévert. Ni música, le mandó. Yo dejé los apuntes sobre la mesa y, de puro aburrido, me mandé a Blogger. No es un regreso lo que tengo en mente. De hecho, no tengo nada en mente. Además, el Opera tardó tanto en abrirme esta página que el disco de Montand se terminó y empezó el de Vinicius, Toquinho y María Creuza en La Fusa; ahora mismo cantan todos y no puedo evitar dispersarme. Entonces, perdido por perdido (yo), decido que esto no será más que un acto de exhibicionismo, apenas una manera de abrirme en dos y mostrar a quien quiera ver que no muestro nada. Escribo para nadie. Y para nada, por suerte.

volátil (bebop)

reboto por las paredes. soy un gato cool en medio de ráfagas de bebop. coltrane dispara y yo salto, corro, vuelo y, a veces, cuando hago las tres cosas a la vez, me desmaterializo. soy volátil y explosivo, soy inerte y anodino. martillo el techo con la cabeza y, al caer, me hundo en la alfombra, que cede bajo mi peso e intenta tragarme como un remolino. soy todos a la vez y todos somos yo, una hermandad perfectamente individualista. soy el sumo pontífice de mi miseria. coltrane agita la mano (la que tiene libre, en la otra tiene un cigarrillo; el saxo lo lleva colgado) y se va yendo, seguido por philly joe, lee morgan, kenny drew y curtis fuller; chambers, en cambio, se demora. siempre dije que el contrabajo era un instrumento incomodísimo. (y eso que soy baterista.) me saludan y se van. y me quedo solo conmigo. precisamente lo que estaba tratando de evitar.

Juan y el escribidor

Estuve escribiendo canciones. O no, no del todo: sólo hice las letras. Hace ya un tiempo que mi labor como songwriter integral choca con mis numerosísimas limitaciones como instrumentista, por lo que le di lo escrito a mi amigo el Zombienauta para ver si él, con su gran talento, podía lograr lo que yo no. Y, claro, lo hizo. Anoche me cantó por teléfono las dos canciones. Escuchar mis palabras en su voz y envueltas en una melodía que yo jamás hubiera podido desarrollar me hizo verlas de otra manera. Las reconocí, recordé a la mayoría de ellas y pude ver los hilos invisibles de mis construcciones, pero no las sentí mías. Son ajenas. Deben ser de él. No sé. Lo que tengo claro es que la música las revalorizó. Ahí van: 1. Predicador en el desierto El confesor me miró y me dijo así: "Enciende ya tu motor y vámonos de aquí". "Espejismo debes ser, o estatua de sal. En este desierto no hay nada que salvar." Me apuntó con un revólver. Sus ojos tenían fuego. "Arderás ...

Impromptu

En este momento tan especial, el Jardín vuelve a parecerse a lo que fue en sus comienzos: un lugar inhóspito y descuidado; interesante (digo yo), pero abandonado. Le falta ímpetu y nada indica que vaya a levantarse, a desperezarse, a sacudirse. Nada. Una vez más, escribo nada para nadie. El lector se desvaneció. Sin embargo, ella me pincha; habla de mí ante los demás y después me dice que "la intención fue (...) hacerte escribir. Fue una mezcla de provocación y reconocimiento a ese blog tan bonito que tenés. Así que ponete media pila y escribí". Y, aunque sabe que no puedo, que no me sale nada, que perdí la fe, me empuja. Me desafía. Los dos sabemos que los desafíos me importan muy poco, pero yo recuerdo esa nochecita en que hablábamos de Castillo y de Girondo y después, impunemente, de nosotros, y no puedo hacer otra cosa que escribir. Una vez me envió un mail en el que me aseguraba, entre muchas otras cosas que tampoco creo, que yo podría ser el Cortázar de mi generación. ...

El mono

No puedo escribir. No sé qué me pasa, pero no puedo hacerlo; las palabras se me retoban, se rebelan, se retuercen, se rebajan, se retiran. Y me quedo sin nada, apenas las ganas de escribir y el dolor de ya no ser (o una sombra ya pronto seré). Pero leo el genial La bestia debe morir , de Nicholas Blake (en la colección de El Séptimo Círculo, con una traducción deliciosa de J. R. Wilcock), y me encuentro con lo siguiente: Nigel arrojó un cigarrillo por la ventana. –Fue por esto. Si Félix no mató a Rattery, nos vemos frente a una inverosímil coincidencia: en el mismo día en que él planeaba matarlo, y fracasó, alguien más lo planeó, y tuvo éxito. –Una coincidencia inverosímil, como usted reconoce –dijo escépticamente Blount. –No. Espere un poco. No estoy dispuesto aún a considerar imposible tal coincidencia. Si un número suficiente de monos jugaran con máquinas de escribir durante un número suficiente de siglos, acabarían por componer todos los sonetos de Shakespeare: ...

Sobre lo que mi máquina de escribir dice

Siempre, tras publicar un texto, lo releo por enésima vez. Suele suceder que, en el contexto del Jardín , las palabras se me hacen diferentes y tienen otro cuerpo, otro espesor; cambian la cara y la voz. Esta entrada no se justifica demasiado, creo, pero no puedo evitar la tentación de decir algo sobre el post anterior. Las ganas me arrastran y yo –qué más da– me dejo llevar. Grito, entonces: ¡alabada seas, perro ! ¡Me encanta cómo mandás al carajo el ritmo colándote ahí, al borde del punto final!

Mi máquina de escribir dice

Una estatua tonta, fría y fatua, de hinduismo y Mahabharata ; un marajá sin clientes, viejo, sucio y maloliente, de barba como resaca, como excremento de rata; una dama muy altiva; un retrato de una tía que no sé cómo se llama; una llama justiciera devorándolo todo, tragándolo todo, engullendo desesperada, con temor de ya no ser, de perder su poder, de que sea otra la mujer, el mercader, el bereber, el viajante del neceser, el perro. 

Soundtracks

Volvía de darle comida a Kite, cambiarle el agua y estar un rato con él. Caminaba por José María Moreno con mis zapatillas celestes, todos los bolsillos de mi pantallón llenos de cosas que tintineaban y Esteban R. Esteban en mis auriculares. Algo se gestaba en mi interior, mis deseos se inflamaban, grandes cosas esperaban mi regreso a casa. Entonces terminó Esteban, empezó La Casa Azul y todas mis certezas tomaron cuerpo. Al llegar, crearía. Como nunca, como siempre. Estaba en contacto conmigo mismo, con mi mejor yo. En casa estaba An. Ella puso a Paulinho de Viola y perdí todo lo demás. Y fui feliz.

Todos fuimos pop

Estuve escuchando a los Perdedores Pop. Me dejaron escamado, escarchado; tengo púas y ansiedad; quiero cosas que no quiero y que, por si fuera poco, ni siquiera sé cuáles son. Tengo nostalgia de los '90, extraño mis 18 años, mis talentos, mis proyectos, los amigos que andaban por ahí (gente especial y creativa, gente común, gente tonta y brillante, gente como yo), las chicas lindas que me confiaban sus adolescencias y sus hebillitas en el pelo y dejaban que las cuidase cualquier noche (siempre fui el mejor amigo de todas), borrachas y con sueño, a la salida de cualquier lugar, a la vuelta de cualquier otro, mientras yo esperaba que se hicieran las 5 y volviese a haber trenes para emprender el largo regreso a Ituzaingó y dormir. Extraño a mi banda pop (porque todos fuimos pop), mis remeras a rayas y todas esas músicas nuevas, tanto britpop y Ruth Infarinato pasando videos de Blur a las 3 de la mañana y yo escuchando así "Charmless Man" por primera vez, en la pantalla en bl...

Una certeza

La tristeza que siento será la excusa que use por no escribir más o lo que me impulse a hacerlo compulsivamente o cualquier otra cosa que no quiero pensar o todo al mismo tiempo.

La importancia de llamarse Juan Solo (o Por qué odio a los raperos)

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Delicias del Messenger. Manu: eres juan solo? Juan Solo: sí, ¿por qué? M: pero el rapero? JS: ¿qué crees? M: k si M: weno el de solo los solo M: m refiero JS: ¿y por qué crees que soy él, que él es yo? M: xk man dao tu msn y man dixo k eras tu JS: bueno... no sé qué decirte M: illo M: aber M: eres del grupo solo los solo? JS: ¿qué ganarías si fuera yo? M: joe [ N. del E.: Léase "joder". Esta parte es deliciosa.] M: molaria M: soy d kadiz JS: y por qué molaría? M: xk m gustaria konocer a juan solo M: xk m gusta su musika JS: ¿eres fan de juan solo? M: si M: aber para ver si m mientes dime el ultimo disko d solo los solo [N. del E.: Aquí dejé pasar unos minutos, ocupado como estaba en otra cosa.] M: illo eres un M: patetiko M: cf M: de la vida M: man dao koba M: n eres el de solo los solo ni de koña M: eres un ridikulo k se kree filosofo o algo d eso M: k t follen puto gay JS: ja The following message could not be delivered to all recipients: ja

La vieja Devoto

Me acuerdo perfectamente del último día en que entramos a la casa de la vieja Devoto. Tuvo que ser un sábado y debían ser las tres de la tarde. Andrés, con esa prudencia de la que tanto nos burlábamos entonces, prefirió quedarse en la vereda. Guido y yo fuimos quienes sorteamos el alambre vencido y nos internamos en la espesura de ese jardín selvático, de esa nada verde y húmeda. Guido y yo, los héroes de la jornada. Recorrimos el borroso camino de baldosas que conducía a la galería en ruinas y tuvimos que evitar el deseo de golpear la puerta, esa puerta prohibida. Doblamos a la derecha, siempre junto a la pared y caminamos bajo la sombra intermitente del alero, de los paraísos y esos ligustros, salvajes y endemoniados, tan grandes como nunca volví a ver. Pasamos por lo que debió haber sido un jardín de invierno y evitamos mirar la ventana del piso superior, aquella por la que alguna vez se había asomado la vieja para gritarnos algo que olvidé casi inmediatamente, pero sonaba –eso sí l...

Manoteando

Lo que espero siempre es que las ideas vengan solas. Pero siempre, ¿eh? No soy capaz de ir a buscarlas. No sé dónde se esconden, las muy turras, ni cómo fabricarlas por mí mismo. Por ahí veo venir alguna, de repente, y estiro la mano para alcanzarla, para frenarla como a un bondi. Las ideas pasan, yo me quedo en la parada. Manoteando. Nunca fui nada porque siempre creí que se necesitaban ideas para emprender cualquier cosa. En mi caso, la falta de ideas se funde con la de criterio, capacidad de análisis, claridad mental y tantas otras cosas que orgullosamente me identifican. Tantas otras faltas. Entonces, emprendo una vez más –y ya perdí la cuenta, si es que alguna vez la llevé– la carga contra este cuadradito blanco que Blogger me ofrece, el mezquino Blogger que, teniendo a su disposición la enorme nada de la world wide web , me ofrece esto. Cuadradito de mierda. Esto no es frustración. Esto, como yo, no es nada. Es sólo lo que me sale. Soy lo que me sale. Soy.

Hermosas cuencas vacías

Con un cuidadoso movimiento, Adela se despegó la nariz y la apoyó sobre uno de los estantes de la cómoda. Muy contenta, tarareando "Chloé" en la versión de Duke Ellington, hizo girar con los dedos su ojo izquierdo hasta desenroscarlo; repitió la operación con el derecho mientras se sentaba en el tocador y, tanteando, los dejó en su estuche, en el cajón chiquito. "Hermosas cuencas vacías debo tener", pensó, a la vez que se desencastraba la boca. Aunque no pudo verlo, dejó un reguero de saliva sobre el espejo: tenía que parar de cantar al sacarse la boca. Las orejas salieron con el pelo, en un único movimiento, para ir a posarse sobre la cabeza de telgopor que, bajo el espejo, dominaba la habitación. Así, desrasgada, Adela se fue a dormir. Esa fue la noche en que el ratón gris se comió todo.

Exorcizar al demonio marxista

Aunque no estoy cursando ninguna materia durante este cuatrimestre (y no sé si volveré a hacerlo alguna vez), supe ser un pésimo estudiante de Letras y de Edición en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Por sus pintorescos pasillos atestados de gente, consignas revolucionarias, caras barbudas de Ches Guevaras y humo de marihuana, otro Juan (o yo mismo) paseó sus sueños de estudiar algo, aprobar parciales y finales y demostrar(se) su capacidad para, finalmente, ser un hombre de letras. Hasta aquí, la introducción necesaria para comprender el párrafo siguiente. No leo la revista Viva . Me parece apestosa. Sin embargo hoy, en una entrevista a Filmus, dieron visos de realidad a lo que yo creía un mito urbano, uno de los tantos que envuelven a mi facultad: "Corría 1974 y Perón volvió a sentar en el Ministerio de Educación a Oscar Ivanissevich, un cirujano de origen croata que rondaba los 80. Furibundo ultraderechista, Ivanissevich envió como interventor ...

Formas de sobrevivir

Uno de mis últimos textos publicados acá se llamó "Por favor, perdónenme". Lo escribí en la redacción del diario, tras 12 horas de trabajo, con cigarrillos y café y letras como una forma de sobrevivir. La realidad (llamémosla " mi realidad") es muy distinta hoy. Se acabaron mis horas en el diario, casi al mismo tiempo que di fin a mis días de empleado administrativo en la fábrica. Apenas me quedó la música como divertimento y las letras, claro, para mantenerme a flote. Aún así, no escribí más. Por eso la alusión del principio: llego acá pidiendo perdón. Lo que entonces fue incongruencia, hoy es la más rabiosa inconstancia. Y ni ustedes ni yo merecemos eso. Pero cuando tomé la decisión –o ella me tomó a mí– de quemar las naves en pos de esto, persiguiendo el sueño de escribir, dejando un trabajo estable y seguro y unos días de repeticiones monótonas y tibias, no me di cuenta de lo que había detrás. Dejé de ser quien era, quien siempre fui, para intentar ser quien qu...

Santificarás con trabajo tu Jueves Santo

Es feriado, pero estoy en la fábrica. Ya sé, hay cosas peores: Fioro, por ejemplo, se come todos los feriados trabajando. Pero no me importa. Mal de Fioro, consuelo de nadie. Acá, en Chemisa, la cosa es, además de vil, ridícula, teniendo en cuenta que en la industria metalúrgica se respeta los feriados. Si nadie va a hacer ningún pedido ni consultarnos nada, ¿para qué estamos acá? Sin ellos allí, nosotros aquí, ¿para qué? Renuncio el martes 10, por lo que no es tan grave si pienso que, Santo o no, éste es mi último jueves acá. Pero igual me molesta. Fermenté en esta fábrica durante cuatro jodidos años y no es justo que me alejen –ni un sólo día– de mi libertad.

Por favor, perdónenme

La redacción, la redacción, la redacción me mueve a la redacción, la redacción, la redacción; yo-ho-ho y una botella de ron , como me enseñó Stevenson. No engañaré a nadie si confieso que esto iba a ser otra cosa (al margen: 9 de cada 10 frases mías empiezan así –o con fórmulas parecidas– actualmente), pero el no tener plan de escritura ni páginas que corregir me fuerza a hacer estas pavadas, a abrir el bloc de notas y corretear por ahí como un cachorro salvaje. Como en El llamado de la selva , para no dejar de citar a mi amigo Jack, Jack London (intertextualidad con Virus: "Yo soy Jack, soy Jack London / vengo del planeta Mongo), que se pone celoso de Stevenson, allá solo, en el primer párrafo (¿a eso llamás párrafo? Me Río de Janeiro, pibe). Quise escribir algo con contenido, desarrollar una idea en un texto, movilizar a alguien con algo, pero no pude hacer nada de eso. Soy el fracaso de mi generación, un modelo 1980 con fecha de caducidad incierta pero, no por eso, menos inexor...