Juan y el escribidor
Estuve escribiendo canciones. O no, no del todo: sólo hice las letras. Hace ya un tiempo que mi labor como songwriter integral choca con mis numerosísimas limitaciones como instrumentista, por lo que le di lo escrito a mi amigo el Zombienauta para ver si él, con su gran talento, podía lograr lo que yo no.
Y, claro, lo hizo.
Anoche me cantó por teléfono las dos canciones.
Escuchar mis palabras en su voz y envueltas en una melodía que yo jamás hubiera podido desarrollar me hizo verlas de otra manera. Las reconocí, recordé a la mayoría de ellas y pude ver los hilos invisibles de mis construcciones, pero no las sentí mías. Son ajenas. Deben ser de él.
No sé. Lo que tengo claro es que la música las revalorizó. Ahí van:
1. Predicador en el desierto
El confesor me miró
y me dijo así:
"Enciende ya tu motor
y vámonos de aquí".
"Espejismo debes ser,
o estatua de sal.
En este desierto no hay
nada que salvar."
Me apuntó
con un revólver.
Sus ojos
tenían fuego.
"Arderás
en el infierno.
Vámonos,
yo te lo ordeno."
Profundo temor de Dios
me empujó a obedecer.
El viejo predicador
se hacía entender.
2. La tanda
Extraño porvenir
Extraños por venir
Días sin cielo ni sol
y el suelo, apenas un fulgor
en el que hundo mis pies
Yo no quise llamar
Yo no quise venir
sólo pensé en saludar
El pájaro no me esperó,
al alpiste se fue
Y ahora espero acá
No cambio de canal
La tanda va a terminar
de un momento a otro
Golpean el portón
Son ellos, ya lo sé,
les reconozco el olor
Caliento un jarro de café,
la tanda terminó
"Hola, ¿cómo les va?
Tal vez quieran pasar,
miraba televisión
Díganme que puedo ofrecer
para complacerlos."
"No vuelvas a esperar
No vuelvas a volver
Ni se te ocurra escuchar
estos versos rotos."
Dí la espalda y salí
Corrí por el jardín
Un perro lejos aulló
El pasto me mojó los pies
La tanda terminó.
Y, claro, lo hizo.
Anoche me cantó por teléfono las dos canciones.
Escuchar mis palabras en su voz y envueltas en una melodía que yo jamás hubiera podido desarrollar me hizo verlas de otra manera. Las reconocí, recordé a la mayoría de ellas y pude ver los hilos invisibles de mis construcciones, pero no las sentí mías. Son ajenas. Deben ser de él.
No sé. Lo que tengo claro es que la música las revalorizó. Ahí van:
1. Predicador en el desierto
El confesor me miró
y me dijo así:
"Enciende ya tu motor
y vámonos de aquí".
"Espejismo debes ser,
o estatua de sal.
En este desierto no hay
nada que salvar."
Me apuntó
con un revólver.
Sus ojos
tenían fuego.
"Arderás
en el infierno.
Vámonos,
yo te lo ordeno."
Profundo temor de Dios
me empujó a obedecer.
El viejo predicador
se hacía entender.
2. La tanda
Extraño porvenir
Extraños por venir
Días sin cielo ni sol
y el suelo, apenas un fulgor
en el que hundo mis pies
Yo no quise llamar
Yo no quise venir
sólo pensé en saludar
El pájaro no me esperó,
al alpiste se fue
Y ahora espero acá
No cambio de canal
La tanda va a terminar
de un momento a otro
Golpean el portón
Son ellos, ya lo sé,
les reconozco el olor
Caliento un jarro de café,
la tanda terminó
"Hola, ¿cómo les va?
Tal vez quieran pasar,
miraba televisión
Díganme que puedo ofrecer
para complacerlos."
"No vuelvas a esperar
No vuelvas a volver
Ni se te ocurra escuchar
estos versos rotos."
Dí la espalda y salí
Corrí por el jardín
Un perro lejos aulló
El pasto me mojó los pies
La tanda terminó.
Comentarios
Extraño porvenir
Extraños por venir
Días sin cielo ni sol
y el suelo, apenas un fulgor
en el que hundo mis pies,
Pero en lineas generales me gustó más la canción nro. 1.
Éxitos!