3.6.08

El mono

No puedo escribir.
No sé qué me pasa, pero no puedo hacerlo; las palabras se me retoban, se rebelan, se retuercen, se rebajan, se retiran. Y me quedo sin nada, apenas las ganas de escribir y el dolor de ya no ser (o una sombra ya pronto seré).
Pero leo el genial La bestia debe morir, de Nicholas Blake (en la colección de El Séptimo Círculo, con una traducción deliciosa de J. R. Wilcock), y me encuentro con lo siguiente:
Nigel arrojó un cigarrillo por la ventana.
–Fue por esto. Si Félix no mató a Rattery, nos vemos frente a una inverosímil coincidencia: en el mismo día en que él planeaba matarlo, y fracasó, alguien más lo planeó, y tuvo éxito.
–Una coincidencia inverosímil, como usted reconoce –dijo escépticamente Blount.
–No. Espere un poco. No estoy dispuesto aún a considerar imposible tal coincidencia. Si un número suficiente de monos jugaran con máquinas de escribir durante un número suficiente de siglos, acabarían por componer todos los sonetos de Shakespeare: es una coincidencia también, pero científicamente inevitable.
Entonces pienso que podré, que se podrá; que algún día el mono que soy conseguirá lo que se propone. Y quiero gritárselo a todos mientras me golpeo el pecho.

2 comentarios:

Fodor Lobson dijo...

tenga cuidado, estimado, no vaya a ser que el señor Burns lo secuestre y encierre con el resto de monos tipeadores...
(cuack)

gerund dijo...

nice.