Página 53. Medusa inversa en La Cigale
Una especie de fluir...
Esta vez no son las luces del espacio quienes me contemplan,
ni la ausencia de ruido,
ni siquiera una caída.
Los brillos emanan de las dicroicas de la modernidad
y le pertenecen,
así como el mantra del dance
que lo envuelve todo.
Quiero permanecer impoluto:
aún falta la caída.
Puede llegar o no, pero yo la presiento.
No es ninguna garantía
(siempre presiento este tipo de cosas).
Tal vez no venga esta noche
o quizás la acompañe su nueva mirada.
Espero, eso sí, que podamos encontrarnos.
No soportaría estar solo a su lado. La ausencia presente es siempre peor que la ausencia ausente.
Pero ¿cómo hacer?
¿Cómo ver su figura nueva sin llorar?
Debo salir de mí. Y creo que nunca me costó tanto como esta noche.
Y recién deben ser las 12 y media.
Ya las 12 y media... ¿Dónde estará, que no llega?
Olvidemos los tragos,
¿cómo hacer para que esto empiece a terminar?
Comienzo a pensar que no fue una buena idea. Estos momentos son siempre deliciosos.
Forman lo que más disfruto: lo cinematográfico.
Debería tener un cigarrillo, ¿pueden cambiarme la música y sacarme de al lado a este viejo absurdo?
Gracias. Por anticipado, pero gracias.
Aunque pienso, ¿y si la mirada se me petrificase de tanto esperar?
Ella es una medusa inversa y puede
convertir en piedra a aquel que desea verla y no lo consigue.
A aquel que, vamos, vendría a ser yo.
Ya estoy casi seguro de que no vendrá.
Maldigo a sus amigas, maldigo a su mamá
y también, cómo no, maldigo este avatar de segunda mano que me trajo acá.
Oh no.
Ella vino.
Con él.
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