Conejitos

Eran las cuatro de la tarde en Morón.

La mujer, algo entrada en carnes, llevaba desvergonzadamente una remera con la S dorada de Superman. En su mano derecha se movía una bolsa de hipermercado, agujereada.

Levanté la vista del libro de Saer justo para cruzarme con el busto superheroico, primero, y después con su mirada. Ella me clavó los ojos y esbozó una sonrisa, para luego preguntarme:

-¿No querés un conejito?

El contenido de la bolsa se movió frenéticamente y pataleó para subrayar esas palabras.

Comentarios

Subjuntivo dijo…
Aaaghhhhhh.........

Te odio carajo...



S.
Anónimo dijo…
Eh, Imperfecto, pará, que si no le acepté un conejito es porque no sé dónde ponerlo (y porque Matías y Carola jugarían con él sin preocuparse por esconder las garras).
Anónimo dijo…
a vos te parece que el odio de Imperect es por lo del conejito. o porque escribís bien y mucho mientras él (nos) está tan cansado por las fiestas y el fin de año que ni se sienta a garabatear (o quizá sí, pero a escondidas, sin que yo me entere...)

muy bonito, el conejito.
Subjuntivo dijo…
No, el "enojo" es porque llevaba a conejitus en esas condiciones, y lo regalaba, y era todo como muy grotesco y desagradable, y me dio ganas de vomitar.

No escribo mucho, es cierto.
Otros ya lo hicieron, y mejor. Ahora yo los leo.


S.

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