Eran dos. El de la derecha se llamaba Aristide y el otro no se llamaba dado que, estando siempre consigo, comprendía la futilidad de tal acto. Su madre, de todos modos, le había puesto Jean-Jacques. Le había depositado el nombre en cuestión en el hombro y así lo llevaba el pobre muchacho, ayudado de tanto en tanto por un pedacito de cinta Scotch o un apósito protector usado. Su vida era muy triste. Los dos se odiaban a muerte, aunque el odio de Aristide era un poco más temible que el de Jean-Jacques y éste vivía aterrado: su odio, verde y ligeramente peludito, apenas sobrepasaba el tamaño del pulgar de su enemigo. El sentimiento mutuo crecía en pos de estas cuestiones de tamaño y medida, y ambos se veían obligados a recomenzar las discusiones todo el tiempo para ajustarse a los parámetros cambiantes. Realmente, odiarse era odioso.
Comentarios
en serio.
ta bueno.
ah, no.
cierto que no.
que soy una amarga.
(usté lo dijo, no yo)
No sos una amarga, lo eras cuando yo lo dije. No me acuerdo cuándo fue, pero sería cierto entonces.
no me parece cualquiera: yo también pensé en Monterroso (era de Honduras? soy una grande!!! jiji!), pero temí decirtelo y que te enojes muchísimo conmigo.
y eso. jah!
S.
besos a ambos
pd, Solo, hoy invité a dos amigos al flog. Joyce me cae de lo más bien, pero es más conocido que amigo. Beckett es definitivamente mi super amigo, igual que Monterroso.