E inmediatamente me sentí triste, con esas ganas de llorar que conozco tan bien, como llora quien no tiene más lágrimas, secas las mejillas, abiertos los ojos en esa mueca terrible y definitiva.
Ahora lo sé: he desperdiciado mi vida. Pequeñas voces que no son mías (sólo a causa de mi cobardía) me gritan que todo fue en vano, que cada cosa que dije o hice se borró luego de flotar un rato, apenas unos minutos. No quedó nada. Ni siquiera la tristeza de mis dieciocho años, esa tristeza que me obligaba a correr a mi encuentro, esa que, al final, me sorprendía con alguna canción en jirones, manchas formando un dibujo, versos tontos. Esa tristeza no volverá.
Tengo 25 años y la tristeza definitiva de quien ha perdido.
5 comentarios:
seguro..?
¿Me lo preguntás a mí o al tipo que habla de los eMinimalls de Chitika?
A ambos, por supuesto!
Seguro.
Los dos.
Absolutamente.
S.
Bienvenido al club, Juan.
Publicar un comentario