La redacción, la redacción, la redacción me mueve a la redacción, la redacción, la redacción; yo-ho-ho y una botella de ron , como me enseñó Stevenson. No engañaré a nadie si confieso que esto iba a ser otra cosa (al margen: 9 de cada 10 frases mías empiezan así –o con fórmulas parecidas– actualmente), pero el no tener plan de escritura ni páginas que corregir me fuerza a hacer estas pavadas, a abrir el bloc de notas y corretear por ahí como un cachorro salvaje. Como en El llamado de la selva , para no dejar de citar a mi amigo Jack, Jack London (intertextualidad con Virus: "Yo soy Jack, soy Jack London / vengo del planeta Mongo), que se pone celoso de Stevenson, allá solo, en el primer párrafo (¿a eso llamás párrafo? Me Río de Janeiro, pibe). Quise escribir algo con contenido, desarrollar una idea en un texto, movilizar a alguien con algo, pero no pude hacer nada de eso. Soy el fracaso de mi generación, un modelo 1980 con fecha de caducidad incierta pero, no por eso, menos inexor...