Cable inmediato
Otra noche en la redacción del diario.
Flota en el aire esta cosa, y no pienso hacerme responsable. Es como un ansia –cigarrillos y café–, los ojos enrojecidos tras los anteojos que, pobres, ya no pueden hacer nada y el cansancio que se borra, se va, se disuelve en este impulso de escribir, los dedos que saltan solos sobre el teclado, lo literario colándose entre las hojas corregidas con tinta roja y la pantalla llena de paja, cortesía de Télam y Ansa.
Esto no será nada. Nada intento contar, no me importa quién me lea. Se trata de un desahogo, y nada más. Escribir o morirse.
Flota en el aire esta cosa, y no pienso hacerme responsable. Es como un ansia –cigarrillos y café–, los ojos enrojecidos tras los anteojos que, pobres, ya no pueden hacer nada y el cansancio que se borra, se va, se disuelve en este impulso de escribir, los dedos que saltan solos sobre el teclado, lo literario colándose entre las hojas corregidas con tinta roja y la pantalla llena de paja, cortesía de Télam y Ansa.
Esto no será nada. Nada intento contar, no me importa quién me lea. Se trata de un desahogo, y nada más. Escribir o morirse.
Comentarios
Eso se llama dependencia total y absoluta a la escritura... siga así... siga así que nos gusta.
Tenía un trabajo parecido. Ahora tengo uno un poquito menos parecido, pero en el que no se puede fumar. Saludos desde esta redacción...
y si es escribir o morirse, has elegido el camino correcto, ve que todo es cuestion de eleccion?
Que no se me caiga el maestro.P
Abrazos
Le envío un abraxo.
Por eso escribimos.
Además si escribe y después se muere va a vender más libros!!!
Alexandra: No estoy tan seguro de que la cosa sea como la ve usted, pero siga mintiéndome y, en una de ésas, termino creyéndole.
Loca: ¿Puedo preguntarle cuál es su trabajo?
Rocanlover: Puede ser, ¿eh? Me gusta pensar eso, sí. Gracias por andar siempre por ahí.
ZQ: Gracias. En serio.
Apollonia: El suyo es el aval que esperaba. Gracias.
Romau: La muerte no me apetece en este momento, así que la dejaré, tal como sugiere. Lo que no me cierra mucho es el otro razonamiento: ¿de qué me servirá vender libros después de muerto? Mi viuda e hijos no van a agradecérmelo. Prefiero ser un escritor maldito y no vender nada ni antes, ni durante, ni después.