Los últimos días fueron largos para todos, pero especialmente para A.; por eso, esta mañana debí convencerla para que se quedara en casa. No tuve que insistir demasiado; ella sonrió y se acurrucó entre las sábanas en un parpadeo antes de seguir durmiendo.
Así, el día fue raro; transcurrió neblinoso y lento mientras yo corregía una novela y tomaba café y la casa se llenaba de silencio.
Pero A. lo describió mejor. Recién levantada, se paró junto a la ventana y, mirando entre las plantas la calle Franklin teñida de gris, dijo: «Cuando llueve, el mundo es de fin de semana».
Yo le pedí que lo repitiera. Y después, claro, vine a escribirlo.
Así, el día fue raro; transcurrió neblinoso y lento mientras yo corregía una novela y tomaba café y la casa se llenaba de silencio.
Pero A. lo describió mejor. Recién levantada, se paró junto a la ventana y, mirando entre las plantas la calle Franklin teñida de gris, dijo: «Cuando llueve, el mundo es de fin de semana».
Yo le pedí que lo repitiera. Y después, claro, vine a escribirlo.
2 comentarios:
Fantástico ese comentario..... y tan cierto.
Bello el comentario, y suerte la de A que tenga a alguien que lo registre.
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