El pequeño desliz que desató todo lo demás
"Puede pasar. Me puede pasar a mí, a vos, a cualquiera. Son cosas que realmente uno no se espera, asuntos que te descalabran todos los asuntos. Inesperaciones, que le dicen". Así habló el ministro aquel domingo, en su casa, rodeado de feligreses. La repentina transformación de la dulce Miss Wright en un felpudo conmovía a la comunidad. A todos, menos al ministro. Él era el único que parecía tomarlo con calma.
Sin embargo no estaba tranquilo. Ni siquiera él. Su pequeño desliz lo sugería: ¿de qué otra manera diría "inesperaciones"?
Lo más curioso es que nadie parecía notarlo. Es cierto que poca gente en Marylebone manejaba correctamente todas las reglas gramaticales pero, de cualquier manera, alguien debería haberse dado cuenta: esa palabreja endemoniada sonaba directamente mal al oído, lastimaba, como una espina en el ojo.
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