El hombre con peces en el pelo
El hombre con peces en el pelo estaba preocupado: perdía al peinarse sus peces y su pelo. Cada mañana se despedían de él, desde el peine, manojos informes de peces y pelo.
Lo que más temía el hombre con peces en el pelo era el día -o la noche- en que finalmente quedase calvo.
Él sabía que ese momento era inevitable y que, entonces, tal vez lo llamaran "el hombre sin peces ni pelo", aunque el epíteto más probable era un vulgar "pelado". O eso, o el olvido. Pero ya nunca, nunca más, el hombre con peces en el pelo sería el hombre con peces en el pelo.
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