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Mostrando las entradas de 2004

Leopoldo y su Jazz Band

El trombón ha soltado una carcajada de papel secante y absorbe todo nuestro asombro. Jazz Band. Tarántula musical para nuestros tobillos emplumados. Baile. Griterío de niños o de salvajes, para hombres niños y salvajes; porque sólo en los niños y en los bárbaros pueden resucitar las bocas muertas de la alegría. Hay que colgar ese mugriento sobretodo del pesimismo. La gravedad ha quebrado con su mejor fábrica de corsetes. Jazz Band: por tu recinto Stravinsky se pasea en zapatillas y Zarathustra, quemando sus rayos de papel mascado, encorva sobre el mundo de chocolate... Leopoldo Marechal (revista Martín Fierro , Buenos Aires, 17 de mayo de 1925)

El hombre con peces en el pelo

El hombre con peces en el pelo estaba preocupado: perdía al peinarse sus peces y su pelo. Cada mañana se despedían de él, desde el peine, manojos informes de peces y pelo. Lo que más temía el hombre con peces en el pelo era el día -o la noche- en que finalmente quedase calvo. Él sabía que ese momento era inevitable y que, entonces, tal vez lo llamaran "el hombre sin peces ni pelo", aunque el epíteto más probable era un vulgar "pelado". O eso, o el olvido. Pero ya nunca, nunca más, el hombre con peces en el pelo sería el hombre con peces en el pelo.

Frantisek

Niño Frantisek buscaba una señal en el cielo como la estrella de los Reyes Magos, alguna cosa así, medio Dickens. No había nada de eso: apenas un cartón de Cindor Shake , de esos espantosos de frutilla, o de banana, a quién se le ocurre. Una aberración. Niño Frantisek lloraba entonces. Lejos de papá, además, porque le había prohibido llorar. Eran muy pobres y no podían darse el lujo de.

Elogio de la música mala

Era un riff malo, definitivamente malo. Como el de "Cocaine", pero peor. Como tocado por Jaf. No se me ocurrió otra cosa. Eso, y vomitar.

Ivonne y Roberto

"Le escribo desde la cama. He pensado en usted, querida amiga, ha pasado un día semejante al mío, acompañada y aislada, la mirada echada para adentro. Este tan poco es un mucho que ha ocupado el espacio de todo un día. No deseo nada, ni escribir siquiera. Estoy bien. "He ido al diario pensando en usted. He escrito un artículo pensando en usted. He tocado el piano pensando en usted. He charlado con otros pensando en usted. He oído música pensando en usted. He visto oscurecerse el día pensando en usted. He ido al mercado con usted. La he hecho dormir acariciando su cabello. La he oído hablar. Le he dado palmaditas en la espalda. Le he traído una caja de libros... He ido en tren con usted. He estado en una cocina, ayudándola a usted. Nos hemos mirado y nos hemos dicho: 'Oh, aquellos eran tiempos horribles. No sabemos cómo hemos podido soportarlos'. "¿Se da cuenta de que he vivido hoy con usted? Pensé en otras cosas además. Las he olvidado. Pensé en su sinceridad. De...

El pequeño desliz que desató todo lo demás

"Puede pasar. Me puede pasar a mí, a vos, a cualquiera. Son cosas que realmente uno no se espera, asuntos que te descalabran todos los asuntos. Inesperaciones , que le dicen". Así habló el ministro aquel domingo, en su casa, rodeado de feligreses. La repentina transformación de la dulce Miss Wright en un felpudo conmovía a la comunidad. A todos, menos al ministro. Él era el único que parecía tomarlo con calma. Sin embargo no estaba tranquilo. Ni siquiera él. Su pequeño desliz lo sugería: ¿de qué otra manera diría "inesperaciones"? Lo más curioso es que nadie parecía notarlo. Es cierto que poca gente en Marylebone manejaba correctamente todas las reglas gramaticales pero, de cualquier manera, alguien debería haberse dado cuenta: esa palabreja endemoniada sonaba directamente mal al oído, lastimaba, como una espina en el ojo.

Una melodía inconclusa

Entro, y no tengo nada más que hacer aquí. Busco en los cajones las postales que perdí. Quiero que seas más que una quimera, si no es mucho pedir. Quiero que seas vos la primera que logre hacerme reír.

I (still) don't know what to do with myself

Eso.