El esperador

Espera, esperador. Yo espero.
Impera, emperador. Yo impero.
En mi imperio de esperanza, rodeado de silencio y desolación, escribo mientras espero que el lavarropas termine de hacer lo suyo. No sé, a ciencia cierta, de qué se trata. Nunca lo hemos compartido.
Nuestra relación es leve, siempre fue así. Yo presiono el botón, él abre su puerta-ojo (de buey) y acepta, gustoso, la ropa que le ofrezco (la prefiere arrugada y delicadamente sucia). Se la dejo y me voy. Lo alimento, pero él come solo. Y nunca enciende la lucecita verde en mi presencia.
Luego de una hora o dos de borboteos, gruñidos y temblores, me devuelve la ropa, obligándome con su generosidad a subir a la terraza para colgarla al sol.
Con el Sol sí converso, aunque él jamás me ha respondido. En realidad, lo que pienso es que, teniendo en cuenta la inmensa distancia que nos separa, lo más probable es que mis palabras le lleguen dentro de mucho, mucho tiempo, así como es posible que yo no alcance a escuchar sus respuestas porque llegue antes la muerte. Con todo lo que implica.

Comentarios

Celia dijo…
Me dicen la desaparecida. Qué alegría encontrar un post suyo, aunque sea cada tanto, Solo.
Escriba, dele, escriba.

Un abrazo
victoria dijo…
lindo!
Clara España dijo…
Mientras ordenaba mi biblioteca, me reencontré con un libro que me gustó tantísimo y que me trajo acá: "La Espera el olvido" de Maurice Blanchot. Te lo recomiendo mucho.

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