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Mostrando las entradas de septiembre, 2005

Circa 1982

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Sólo yo sé cuan difícil es sostener una identidad secreta cuando se tienen dos años y el piyama es, casi, la mejor de las opciones.

Una tormenta

¡Dios mío! ¡Concededme la medianía! Mirabeau

R.

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El día que murió conmigo

Me encontraba frente a frente con un día muerto. Ya no rengueaba porque había vencido y así andaba, con ese aire autosuficiente de los ganadores y esa facilidad para respirar que hace creer que el cuerpo todo lo hace de manera automática. Y es una gran mentira, pero yo no lo sabía y, joven como era, tampoco estaba interesado en averiguarlo. En ese preciso momento todo estaba más allá de mí: ya sea atrás, pisoteado, como vestigio del camino recorrido, o mucho más adelante, como promesa de la miel de los dioses que un día probaría. Pero ese mismo día estaba muerto. Lo más dulce es que yo mismo lo había matado. Ya en las primeras horas de la mañana, cuando me levanté de la cama, había sentido un olor diferente en torno a mí. Lo curioso es que no lo generaba yo, sino que estaba. Solo existía y no tenía nada que ver conmigo. Existía. Calmo y ajeno, ahí flotaba. Pensé un segundo en eso mientras me rascaba maquinalmente los huevos y lo olvidé después, en ese momento de agonía fugaz en que enc...