La sensibilidad al palo

Hay, al oeste del Gran Buenos Aires, una ciudad llamada Morón. Ahí trabajo yo.
Todas las mañanas, apenas bajado del tren, tomo la calle Rauch y paso por la puerta de un quiosco que vende golosinas a quienes las vocean a bordo del Sarmiento. El local es mínimo, pero está siempre atestado de vendedores haciendo sus compras y departiendo amablemente. Y a los gritos.
Quien está a cargo de todo es un Jorge Sesán correspondiente a otra "Pizza, birra, faso", una con final menos amargo. No feliz, pero.
Rodeado de remeras rockeras y negras, chombas gastadas y camisas sin lavar, estaba él hoy. Con una remera de Morrissey. Blanca.

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