1.2.06

Mis alerones de pterodáctilo

Acabo de terminar de leer El que tiene sed y aún me laten los párpados. Es el temblor que nació en la página 236 lo que me obliga a transcribir para ustedes (y para mí, por el inmenso placer de dejar escapar estas palabras por las yemas de los dedos) el siguiente párrafo. En él Abelardo Castillo habla, usando la voz del escritor alcohólico Esteban Espósito -su alter ego-, de él y de mí y me hace sentir un poco miserable pero, definitivamente, entero.

"Y no son mis palabras, sino el tono: no es lo que estoy diciendo, sino lo que no puedo decir, lo que hace que el Viejo me mire como me está mirando. Estoy triste. Y estoy triste porque me voy. No puede ser, no puede estar sucediéndome semejante cosa. No soy un chico, soy un hombre maduro. Un maduro dipsómano, como había dicho el doctor Miguel el primer día. Y no he venido a aprender nada, a buscar ningún esplendor. El esplendor lo tengo en la bragueta, bajo la especie de un frío grabador con una lucecita colorada, tengo los genitales intactos detrás del grabador, no soy ningún chico desamparado en un umbral, no llego sigiloso a lugares donde está escrito: LOS QUE ENTRÁIS DEJAD NIÑOS Y PERROS, salgo, salgo de ésta como salí y saldré de todas, soy un helado cínico que graba al pobre don Jacobo, a mí, a la realidad entera, con sus enteras pelotas, con un hígado sospechoso y ambiguo, con unos riñones de hombreador de bolsas reactivados como para cargarme a todo el puterío de allá afuera en todas las posiciones del Kama Sutra, el Kama Gita y el Ananga Ranga, voy a cumplir treinta y nueve años, hace treinta que no lloro, soy dueño y señor de diecisiete mil millones deardientes células nerviosas a prueba de toda la serie de los metílicos, de la dulce Beatriz, de maniguas y pantanos, de Graciela Oribe, de mariposas negras y aguavivas, de Mara, de Cecilia, no tengo pie plano ni ladillas ni ano contra natura, estoy cruzado de cicatrices como un mapa, me falta un buen pedazo de ceja y parte de mi nariz abona los yuyos de una zanja pero, aparte de que quién me quita lo bailado y lo que me pienso bailar, siento crecer unos alerones de pterodáctilo bajo la camiseta, de ave roc, de fénix; tengo un cuaderno Leviatán de hojas cuadriculadas escrito hasta el final, con una carátula que dice Crónica de un iniciado, y otro a medio terminar, y tres carpetas, y una alegría de criminal nato mientras comete un crimen, por qué voy a estar triste (brrummm bom borombon crasch buum, hizo el trueno) si esto que se derrumba y seguramente también está siendo grabado por el sensible transistor de mi bragueta no soy yo, es el mundo, este manicomio, es esta horrible manera de creer que se vive y creer que se es feliz y creer que se ama a la que llamamos humanidad, el hombre, y es un ensayo a ciegas, un borrador, el delirio de un borracho, o quizá una enfermedad de la naturaleza, un escorbuto, una pestilencia que ensució la creación desde una estrella envenenada pero que un día de éstos, con la ayuda de mi bragueta o la de otro, de mi Leviatán y mis alerones o los de otro, será raída de la cara de la Tierra, qué es lo nuestro entonces, don Jacobo, si yo no tengo más que lo mío y me cabe bajo la piel y en un bolso de tela de avión, me cago en Dios Padre, qué es lo nuestro."

Abelardo Castillo, El que tiene sed, Libro II: Sic Transit, "El último día", Buenos Aires, 1985

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me faltan las últimas 15 páginas aprox del libro, y no lo tnego encima, por lo que, aunque quiera, no puedo comentar.
Aunque sí puedo decir, y no vas a estar de acuerdo, que lo prefiero en cuento, y que es un cambalache, y está lo bueno y lo otro y todo eso, todo mezclado. Es más "imperdonable" aún cuando se sabe que sus novelas sufren infinidad de correcciones.
Hay por momentos excesos, y por momentos parten que sobran, y partes que adornan aquello que no necesita adorno, y algunas cosas más. En conclusión, lo prefiero en cuentos, porque en la novela, se va un poco al carajo.

S.

PD: no sé bien qué es este nuevo diseño, pero si me preguntaran qué opino, diría que mucho no me gusta. Aunque tampoco me gustaba el de Telefé. Ni tampoco me gusta el mío... En fin...

Anónimo dijo...

Es cierto, El que tiene sed es un libro un poco excesivo. Me hace pensar en Lamborghini, quizás, en esa exhuberancia que lo desbordaba todo; lo raro es que Osvaldo escribía borracho y empastillado en hojas sueltas que dejaba por ahí y Abelardo es un maniático obsesivo de las revisiones, como bien hacés notar. No sé. A mí me gustan mucho los dos. O los tres, si sumás un poco de Reinaldo Arenas por aquí y por allá.
Ahora estoy leyendo Crónica de un iniciado, que es una especie de precuela (transcurre en 1962) pero fue escrita después y hay una gran diferencia entre la prosa de los dos Castillos...
Gracias por pasar y opinar y criticar el nuevo diseño. Ya vas a ver que se pone bueno.