Siento que la Vía Láctea corre dentro de mí. Las venas entran en tensión y puedo percibir cómo se hinchan con el paso de las estrellas, cometas y agujeros negros. Constelaciones enteras entre mis pobres huesos.
Una noche separo los párpados. Abro los ojos e ilumino la habitación con luz de luna. Andrea se despierta y me dice que me brillan los ojos y yo sé que, por una vez, es rigurosamente cierto.
Cuando despierto, a la mañana siguiente, lo recuerdo como un sueño.
3 comentarios:
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Es una pena que no seas naturalmente afortunado, porque de ser así hubieras tendio la experiencia completa, sintiendo el cometa Halley pasar por tu aurícula derecha.
S.
Es una pena no ser naturalmente afortunado, sí. (Más allá de los del Halley y todo eso que, igual, me impresiona un poco.)
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