Mis preocupaciones nunca les importaron, y es natural: estos dedos, por más míos que sean, deben excitarse más por la ausencia del alicate, por el frío del vidrio, por el recuerdo de una piel o por el lavado de platos que por cualquier pavada pretendidamente literaria que pueda ocurrírseme un metro más arriba, en la lejana cabeza.
Si entreno a mis dedos lo suficiente, tal vez puedan correr ellos solos sobre el teclado y contar las historias que jamás logré trasladarles.
Si entreno a mis dedos lo suficiente, tal vez puedan correr ellos solos sobre el teclado y contar las historias que jamás logré trasladarles.
3 comentarios:
oh, sí...
los dedos son malos malos---
No todos los dedos son malos, algunos son sólo rebeldes...
Eso es porque vos los castigás, quien sabe donde los habrás estado metiendo esos pobres dedos...
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