Vientito del Paraná
Puta que estaba lindo Dorian Gray, entrecerrando sus ojos de hoja de soja y mojando las patas gráciles, núbiles, en el agua fresca del mediodía litoraleño. Eran piernas de quimera, las del muchacho, y boca de Dios. El Marqués lo acompañaba y Sofanor Cardozo, el resero, calentaba al fuego las herraduras para sus dos convidados. Dorian recitaba versos perversos y Donatien Alphonse François, que no era otro que el Marqués de Sade, los anotaba dequerusa en un cuaderno Avon, rayado, con espiral. Cuando los herrajes estuvieron listos, don Cardozo llamó a los zánganos con un zumbido. Como sólo acudieron abejas macho, ansiosas de exhibir su virilidad revoloteando alrededor de él, el viejo se dirigió directamente a los dos amigos con un par de silbidos cortos, de los que antaño usara para llamar al Cachafaz. Esta vez tuvo éxito y Gray y el Marqués resultaron herrados. También el resero estaba errado, ya que había calentado cuatro herraduras para dos personas que daban toda la impresión de manej...